viernes, 24 de noviembre de 2017

Siria y Palestina dos pueblos hermanos.


A más de seis años del inicio de las hostilidades en Siria, las repercusiones de esta guerra han traspasado las fronteras del país asiático y han alcanzado prácticamente todo el globo, convirtiéndose en uno de los conflictos más internacionalizados de la actualidad. Un país que se ha visto particularmente afectado por el conflicto ha sido Palestina, cuyos lazos con la vecina Siria se remontan a varias décadas atrás.

Siria y Palestina, una vieja amistad

Solo en 1948, tras la proclamación del Estado de Israel, más de 90.000 refugiados palestinos huyeron a Siria. Desde entonces, su población residente en el país levantino ha aumentado hasta alcanzar las 581.000 personas en 2011.
Siria no se limitó a acoger refugiados. Dentro de su línea panarabista, y a diferencia de otros Estados vecinos, la República Árabe Siria concede, o al menos concedió hasta el inicio del conflicto, a los palestinos los mismos derechos y deberes que a sus nacionales, exceptuando la ciudadanía y derechos políticos como el voto. Así, los palestinos tenían acceso a la adquisición de una casa o de un empleo, a la educación y sanidad, llegando incluso a poseer unos pasaportes especiales (el Documento Palestino de Viaje) para poder entrar y salir del país como los ciudadanos del mismo. Por todo ello, la diáspora palestina pasó a formar parte del tejido económico y social de Siria. Sin embargo, la relación del Estado sirio con los palestinos fue más allá. Gobernada desde 1963 por el Partido Ba’ath Árabe Socialista, Siria es considerada como un baluarte del nacionalismo árabe y la resistencia frente a Israel, así como uno de los principales patrocinadores de la resistencia armada palestina.
El gobierno sirio ha financiado, armado y entrenado a grupos guerrilleros palestinos, en un principio nacionalistas laicos de izquierda, que desde la década de los 60 se asentaron en el campo de refugiados de Yarmouk, al sur de Damasco. Entre ellos destaca el célebre Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), que conciliaba el panarabismo secular con el marxismo-leninismo, y qué ganó notoriedad por sus secuestros de aviones. Un grupo cuyas relaciones con el régimen sirio fueron turbulentas en sus inicios, pues consideraba que, tras la destrucción del Estado de Israel, la ‘revolución socialista árabe’ se extendería por el Levante y derrocaría a la ‘pequeña burguesía’ que regía Siria. Estas tesis llevarían al arresto de George Habash, líder y fundador de la organización, en 1968, acusado de conspirar contra el Ba’ath.
Guerrilleros del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Este del Jordán, 1969

Ese mismo año, se produce una escisión en el seno del FPLP: Ahmad Jibril, un antiguo oficial del Ejército Árabe Sirio, y sus partidarios abandonan el grupo para fundar el Frente Popular para la Liberación de Palestina – Comando General (FPLP-CG). Según la recién nacida organización, el frente de Habash se centraba demasiado en la filosofía marxista, descuidando las operaciones militares contra los israelíes. Desde entonces, el FPLP-CG ha dependido íntegramente del régimen sirio para subsistir, convirtiéndose en el valedor de sus intereses dentro de la resistencia palestina. Con un perfil similar, está el Ejército por la Liberación de Palestina (ELP), considerado el brazo palestino del ejército sirio. Tanto el FPLP-CG como el ELP intervinieron en la llamada ‘Guerra de los Campos‘, que, en el marco de la Guerra Civil Libanesa (1975-1990), enfrentó a las diversas facciones palestinas de los campos de refugiados de Líbano. Hafez al-Assad utilizó a ambos como ‘proxies’ contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por el partido ‘Fatah’, de Yasser Arafat
Tras la caída de la Unión Soviética y el desmoronamiento del socialismo en todo el planeta, Oriente Medio vivió un auge del islamismo que no dejó de lado a Palestina. Entre finales de los 80 y principios de los 90, y sobre todo tras los Acuerdos de Oslo de 1993 por los que la OLP de Arafat reconocía al Estado de Israel, los grupos islamistas Hamas (en árabe ‘fervor’, y a su vez acrónimo de ‘Movimiento de Resistencia Islámica’) y la Jihad Islámica Palestina, arrebataron el liderazgo de la lucha contra la ocupación a la izquierda secular y nacionalista.
Siria acogió y, al igual que hizo en el pasado con los grupos seculares mencionados, financió, entrenó y armó a los dos movimientos islamistas. Así, en 1989, Fathi Shaqaqi, líder de la Jihad Islámica, estableció en Damasco la sede de dicha organización, al igual que hizo Hamas diez años más tarde tras ser expulsada de Ammán por el gobierno jordano (no obstante, su comando de operaciones llevaba desde 1995 asentado en la capital siria). Se daba así una situación bastante paradójica, teniendo en cuenta que ambas facciones islamistas procedían directamente de la rama palestina de los Hermanos Musulmanes, un movimiento sunní conservador enemigo acérrimo del panarabismo laico que propugnaba el Ba’ath.

La Siria secular y la resistencia islámica

Tras la firma de los Acuerdos de Oslo y el derrocamiento del régimen iraquí en 2003, la hegemonía de Estados Unidos, Israel y sus aliados en Oriente Medio era indiscutible. Sin embargo, el surgimiento de un nuevo bloque geopolítico pondrá en jaque la supremacía occidental en la región. El autodenominado ‘Eje de la Resistencia‘, compuesto por Irán, Siria, Hezbollah y los grupos palestinos que rechazaron Oslo (entre los que destacaba Hamas) inclinó la balanza de poder a su favor tras las victorias de Hezbollah contra el ejército israelí en el Sur del Líbano (2000 y 2006) y el establecimiento de una fuerte resistencia armada en Gaza. Es durante este periodo, cuando los lazos entre el gobierno sirio (ya bajo la presidencia de Bashar al-Assad) y los islamistas palestinos se estrechan, siendo comunes las reuniones entre ambos actores. Así, durante la Guerra de Gaza de 2008-09, la República Árabe Siria surtió de armamento, así como de ayuda humanitaria, a las facciones palestinas que operaban en la franja, principalmente a Hamas, como también a la Jihad Islámica y el FPLP. Prueba de la amistad que por aquellos años existía entre Siria y Hamas, son las siguientes declaraciones de Khaled Mashaal, líder del Buró Político de la organización, en una manifestación en Damasco por el fin de la Guerra de Gaza: “a quienes estuvieron con nosotros en secreto y en público, a quienes nos apoyaron financiera, material y políticamente; ¿por qué no deberíamos dar las gracias a Bashar al-Assad, que permaneció con nosotros como un (auténtico) hombre?”.
El presidente sirio Bashar al-Assad recibe a Khaled Mashaal, líder del Buró Político de Hamas. Damasco, 3 de julio de 2008.
Sin embargo, la estrecha relación entre el régimen sirio y Hamas se vio truncada por los acontecimientos que siguieron a la llamada ‘Primavera Árabe’ en Siria. En marzo de 2011, la violencia llega a las calles de Siria, y a lo largo del verano la oposición pasa de la guerrilla urbana a la insurgencia militar, con la formación de grupos como el Ejército Libre Sirio. Comienza así la Guerra Siria que perdura hasta nuestros días.
Mientras Irán y Hezbollah se apresuraron en cerrar filas con el gobierno sirio, pues sostenían que la insurrección había sido orquestada por Estados como EEUU, Israel, Arabia Saudí y Turquía, Hamas no se pronunció al respecto. Una situación incómoda para el gobierno de Bashar, pues Hamas constituía un aliado muy importante, y su postura ambigua hacía latente el cisma producido en el Eje de la Resistencia a raíz de la cuestión siria. Por aquel entonces, en el Mundo Árabe e Islámico ya se empezaba a concebir la idea de que en Siria, el brutal régimen alawita (secta del Islam a la que pertenece el presidente Bashar al-Assad, minoritaria en el país) estaba aplastando a la mayoría musulmana sunní que pedía libertad. Así, Hamas se vio en una encrucijada al tener que elegir entre permanecer leal al régimen que durante años le había apoyado en su lucha contra Israel; o por otra parte conservar la imagen que se había forjado entre árabes y musulmanes como ‘vanguardia del Islam (sunní)’ frente a la ocupación israelí. Así mismo, según diversas encuestas, la mayoría de la población palestina se mostraba partidaria del bando rebelde, por lo que el grupo islamista se arriesgaba a perder partidarios en su propia Patria.
A finales de 2011, cuando la situación en Siria ya era insostenible, oficiales de Hamas comenzaron a abandonar el país con destino a Qatar, tradicional patrocinador del islamismo político, y Egipto, donde por aquel entonces los Hermanos Musulmanes se estaban haciendo con el poder. Así mismo, su sede fue trasladada a Qatar. Meses antes, Khaled Mashaal había recomendado al gobierno sirio aplicar reformas, lo cual irritó no solo a Bashar, sino también a Irán, que como represalia interrumpió su financiación mensual al grupo.
Finalmente, en febrero de 2012, y tras el fracaso de los intentos de mediación de Hezbollah, Hamas se pronuncia oficialmente sobre la crisis siria. Ismail Haniyeh, entonces líder del movimiento en la Franja de Gaza, se desmarcó públicamente del régimen de Damasco al declarar que “saludaba al pueblo sirio que busca libertad, democracia y reforma”. Se materializaba así la ruptura de la facción islamista con el Eje de la Resistencia, pasando a refugiarse bajo el paraguas de Turquía, Qatar y Egipto. No obstante, el apoyo de Hamas a la revuelta no se limitó a unas declaraciones. Según diversas fuentes, decenas de militantes de las Brigadas A’zz ad-Din al-Qassam (brazo armado de Hamas) se habrían trasladado a Siria para apoyar la insurrección, asesorando y entrenando a grupos rebeldes como el Ejército Libre Sirio y Ahrar al-Sham. En 2013, un diario afín a Hezbollah afirmó que, en la Batalla de Qusayr, el bando rebelde había utilizado tecnología iraní cedida a Hamas para la construcción de túneles. Así mismo, el gobierno sirio declaró que el movimiento palestino había apoyado a Jabhat al-Nusra (filial de al-Qaeda en Siria) en su levantamiento contra el régimen en Yarmouk. Pese a todas las acusaciones, Hamas negó cualquier implicación directa en el conflicto, alegando que la organización “no combate a ningún régimen o sociedad árabe, y que no interfiere en los asuntos internos de ninguna sociedad”, siendo ex-militantes quienes, a título individual, tomaban partido por la rebelión.
Partidarios de Hamas portan la bandera utilizada por los rebeldes sirios durante una manifestación contra los ataques israelíes sobre Gaza. Hebrón (Cisjordania), 21 de noviembre de 2012.
Sin embargo, a medida que se desarrollaba la guerra, Hamas comenzó a replantearse su posición. A lo largo de 2013, se fueron produciendo acercamientos entre el grupo palestino y Hezbollah, “acordando discernir” en cuanto al conflicto sirio. En julio de ese año, el gobierno egipcio de los Hermanos Musulmanes es derrocado por un golpe de Estado, cayendo uno de los principales apoyos de Hamas. En Siria, el bando gubernamental se fortalecía mientras el rebelde se radicalizaba aún más si cabe. Así mismo, la Guerra de Gaza de 2014 le llevó a restaurar sus viejas alianzas, dado que sus nuevos benefactores (Qatar y Turquía) no podían sustituir a Irán en el plano militar. Pese a las reticencias de Bashar, Irán y Hezbollah retomaron su cooperación con el grupo islamista en forma de financiación y asistencia militar. Un apoyo que, según oficiales de Hamas, fue determinante en la “victoria” sobre Israel. Sin embargo, pese a la normalización de las relaciones con Irán y Hezbollah, y la voluntad de Hamas de hacer lo propio con el gobierno sirio, este último se obcecó en su postura afirmando que les “habían traicionado repetidamente” y no volverían tener ningún tipo de trato con ellos.
Un punto de inflexión en el acercamiento de Hamas hacia sus antiguos socios será la elección de Yahya Sinwar como nuevo líder del movimiento en la Franja de Gaza, en febrero de 2017. La elección del histórico militante de las Brigadas al-Qassam supuso la imposición del brazo armado sobre el político, este último más propenso a la colaboración con Qatar y Turquía, mientras que el militar era consciente de que necesitaban a Irán. Así, en mayo de 2017, Hamas publica un documento según el cual se desmarcaba de los Hermanos Musulmanes, un claro guiño a sus antiguos socios. Desde entonces, se ha producido un paulatino acercamiento entre el movimiento y Damasco, si bien este aún se muestra reticente a restaurar el apoyo que le brindó durante los años previos a la guerra.
A la derecha, Yahya Sinwar, nuevo líder de Hamas en la Franja de Gaza. A su lado, a la izquierda, Ismail Haniyeh, predecesor de Sinwar y actual líder del movimiento.
Mientras la guerra de Siria alejó a Hamas de sus antiguos aliados, la otra gran facción islamista de Palestina, la Jihad Islámica, permaneció fiel al Eje de la Resistencia. Desde sus orígenes, y pese a su condición musulmana sunní, el Movimiento de la Jihad Islámica de Palestina se había visto influenciado por el islamismo revolucionario que predicaba el ayatollah Khomeini, manteniendo una mayor afinidad ideológica con Irán y Hezbollah que el resto de grupos palestinos. Al igual que la dirección de Hamas, Ramadan Sallah, líder del movimiento, abandonó Siria al inicio de la crisis (según la versión oficial por motivos de seguridad), asentándose junto al resto de la dirección en Irán, mas su sede permaneció en Damasco. La Jihad Islámica no se volcó con el régimen sirio como hicieron Hezbollah u otros grupos palestinos, conciliando su ‘imparcialidad’ con el discurso de sus aliados. Así, en 2012, Abu Imad al-Rifai (líder del grupo en Líbano), afirma en una entrevista que desde su organización creen que “se deben apoyar las reformas en Siria, sin que esta sea arrastrada al plan que trata de apartar al país de su rol en el conflicto contra el enemigo sionista”. Así, el movimiento palestino defiende la tesis de Bashar y sus socios, que el conflicto fue instigado por potencias extranjeras para debilitar la resistencia frente a EEUU e Israel.
Inicialmente, la Jihad Islámica se benefició de la ‘traición’ de Hamas, siendo su lealtad premiada por Irán, que aumentó la financiación y el armamento destinado al grupo. Sin embargo, a principios del 2016 (cuando la reconciliación de Hamas con Teherán se estaba fraguando) Irán corta el 90% de su apoyo financiero al movimiento islámico, dejando al grupo en bancarrota. Al parecer, la República Islámica había dejado de pagar a su “importante aliado” porque estos se negaron a declarar públicamente su apoyo a los rebeldes Houthis de Yemen, que combaten a la coalición árabe liderada por los saudíes. Así mismo, el país persa comenzó a financiar a una nueva facción palestina en detrimento de la Jihad Islámica: el movimiento de Al-Sabireen, considerado el “Hezbollah palestino”, más afín al régimen iraní. Al cabo de unos meses, tras reunirse con la dirección de la Jihad Islámica, la Guardia Revolucionaria Iraní (el cuerpo militar que ejecuta las operaciones encubiertas del régimen islámico) acordó continuar financiando al grupo. A cambio, Khaled Mansour, militante considerado pro iraní, fue colocado como líder del brazo armado del grupo (Saraya al-Quds) en Gaza.
El ayatollah Khamenei, líder supremo de Irán (derecha) recibe a Ramadan Shallah, líder de la Jihad Islámica de Palestina (centro). Tehrán, 14 de diciembre de 2016.

El nacionalismo palestino apoya al gobierno

Mientras la relación de la República Árabe Siria con los palestinos islamistas varió a lo largo del conflicto, el resto de facciones, en las que predomina el nacionalismo secular, mantuvieron su apoyo al gobierno de Bashar.
El Frente Popular para la Liberación para la Palestina, que si bien perdió buena parte de su influencia tras la caída del bloque socialista continúa siendo una importante facción palestina, se mostró partidaria del régimen sirio desde el primer momento. Pese a la relación tormentosa que tuvo con el Ba’ath los años siguientes a su constitución, el FPLP había recibido apoyo armamentístico y financiero de Siria e Irán (si bien las relaciones con este último eran más distantes), colaborando así mismo con Hezbollah. Al igual que las organizaciones islamistas tratadas anteriormente, el FPLP mantenía su sede en Damasco. Tras el estallido de la crisis, la organización izquierdista se mantuvo leal al régimen (si bien en sus inicios procuró distanciarse ligeramente, para no ser vista por la opinión pública palestina como un mero títere de Bashar), haciendo suya la tesis según la cual Siria se ve asediada por potencias extranjeras con el objetivo de minar su resistencia. Así, tras el ataque estadounidense contra la base militar siria de Shayrat el 7 de abril de 2017, el FPLP llamó en un documento oficial “a todas las fuerzas árabes a permanecer solidarias con Siria y su pueblo y denunciar la agresión imperialista estadounidense”. Irán, de nuevo, premió la lealtad, y desde 2013 aumentó considerablemente su apoyo financiero y logístico al grupo. Destacar que, una vez más, la resistencia frente a Israel genera alianzas paradójicas, pues una organización con una larga trayectoria marxista como el FPLP recibe el apoyo de la República Islámica de Irán, un régimen fervientemente antimarxista que persigue a la izquierda dentro de sus fronteras.
Manifestación del FPLP en apoyo a Siria, Irán y Hezbollah. El cartel reza ‘gracias a quienes apoyan la resistencia’.
Por otra parte, está la histórica organización Fatah (en árabe, ‘conquista’), cuyas relaciones con el régimen sirio han sido tensas desde hace décadas. En 1983, los militantes de Fatah residentes en Siria, tomaron las sedes de la organización, escindiéndose de ella para formar ‘Fatah – Intifada‘, partidaria de Hafez al-Assad, siendo esta organización quien suplantaría a la Fatah de Arafat en suelo sirio. Tuvo que ser la guerra la que descongelase las relaciones entre Fatah y Damasco. Mahmoud Abbas, actual líder de Fatah y presidente de la Autoridad Nacional Palestina, inició una serie de contactos con el gobierno sirio para tratar cuestiones como la seguridad de los refugiados palestinos en su territorio. Si bien ha mostrado una postura imparcial, llamando al diálogo entre las facciones para resolver la crisis, el gobierno de Bashar ha sido el único actor con el que ha contactado.
Algunas organizaciones armadas, todas ellas nacionalistas seculares y con tintes izquierdistas, han ido más allá, y han demostrado su lealtad al régimen sirio con las armas, participando directamente en la contienda. Es el caso del FPLP-GC y el Ejército por la Liberación de Palestina, que como se expuso más arriba, son meros apéndices de las fuerzas armadas sirias. No obstante, no han sido los únicos. Existen otros grupos como Liwa’ al-Quds (en árabe, “Brigada de Jerusalén”), una milicia pro-gubernamental que constituyó la principal fuerza auxiliar del Ejército Árabe Sirio durante la Batalla de Aleppo (2012-2016), compuesta íntegramente por refugiados palestinos residentes en Siria.
Milicianos de Liwa’ al-Quds. Aleppo, 2016

Siria y Palestina, dos países tradicionalmente unidos, han visto como la devastadora guerra que asoló al primero estuvo a punto de producir el cisma definitivo entre ellos. Sin embargo, el brutal conflicto no hizo más que reafirmar que sus luchas, así como su futuro, están estrechamente relacionados



Publicado originalmente en: Descifrando la Guerra

martes, 21 de noviembre de 2017

Raqqa: nada que celebrar.

El 22 de diciembre de 2016, Aleppo, la ciudad más grande de Siria y motor industrial del país, fue liberada, tras más de cuatro años, de la ocupación y barbarie de grupos de “rebeldes moderados” pertenecientes a distintas facciones de Al Nusra (terroristas cuando actúan en Occidente) y del ISIS, por el Ejército Árabe Sirio (SAA) y sus aliados (Rusia, Hezbollah, Irán y la Brigada palestina Al Quds).
El 5 de septiembre de 2017, el SAA, con el apoyo de Rusia, acabó con el asedio de más de tres años al que mantenían a la ciudad de Deir Ezzor el Daesh y distintas milicias terroristas financiadas por EE.UU. y aliados. Ambas reconquistas han marcado el principio del fin de la presencia del ISIS en Siria, con lo que la victoria final a la intervención occidental – mal llamada por algunos “guerra civil”- se antoja cada vez más cercana.
Imágenes de Aleppo, diciembre 2016. La alegría inundaba las calles y la Navidad se pudo celebrar por primera vez tras largos cuatro años. Imágenes que no recorrieron el mundo.
Estas dos grandes victorias fueron silenciadas por los medios occidentales, cuando no se lamentaron por ellas, llegando incluso a titularlas como “caída ante el régimen sirio”.
No ha sucedido lo mismo con Raqqa, uno de los más importantes bastiones del Estado Islámico, en cuya batalla intervinieron EE.UU. junto con las SDF (conformadas por milicias “rebeldes” y los kurdos sirios del YPG). Medios de todo el mundo dedicaron páginas y reportajes a alabar su “liberación”. Pero, en realidad, no fue una liberación de las garras del terrorismo. La batalla de Raqqa debería pasar a la Historia como una de las mayores masacres a civiles inocentes llevadas a cabo, de nuevo, por el entorno de EE.UU. y la OTAN, con la colaboración necesaria del YPG.
Fue el 2 de marzo de 2013 cuando el Frente Al Nusra invadió la ciudad, situada al norte de Siria, y la capturó en tan solo tres días, convirtiéndose así en la primera ciudad en caer completamente en manos de esta facción terrorista. La ofensiva final para arrebatar la ciudad dio comienzo el 6 de junio de este año cuando las Fuerzas Aéreas de EE.UU, en estrecha cooperación con las SDF/YPG, comenzaron a bombardear Raqqa en la que aún permanecían cautivos más de 200.000 civiles sirios y se dio por finalizada el 17 de octubre de 2017. Ha sido en este periodo de casi cinco meses cuando se han llevado a cabo horribles crímenes de guerra de la mano de la coalición occidental/kurda con el silencio cómplice de los medios occidentales.
Imagen de la coalición SDF formada por las YPG kurdas y distintas facciones terroristas.
Imagen de la coalición SDF formada por las YPG kurdas y distintas facciones terroristas. Foto2.: soldados USA y kurdos en estrecha colaboración.
El objetivo de EE.UU. no ha sido nunca liberar Raqqa del Estado Islámico. Raqqa ha servido de excusa para entorpecer los exitosos avances del SAA y sus aliados a través del territorio ocupado y para trasladar a los terroristas de este bastión, a través de corredores seguros, a Deir Ezzor, que entonces aún sufría el asedio y para reforzarlo. Por parte de las YPG kurdas, su interés inequívoco era anexionar Raqqa, territorio rico en gas y petróleo, a su proyecto del Gran Kurdistán, conformado por territorios que se adentran en Turquía, Iraq y Siria, proyecto que apoya abiertamente Israel, que estaba al tanto de las “negociaciones secretas” entre los norteamericanos y representantes del ISIS en relación a una retirada sin resistencia de los yihadistas para entregar Raqqa a los combatientes kurdos apoyados por Washington y así proclamar este nuevo Estado “independiente”. A su vez, EE.UU., en virtud de su apoyo logístico, armamentístico y económico a las fuerzas kurdas, se aseguraba su presencia permanente, junto a la de Israel, en una zona altamente codiciada por su alto valor petrolífero, geoestratégico y desestabilizador con el que acorralarían a Irán, su próximo objetivo, y se acercarían aún más a Rusia.
Desde primavera, los bombardeos de la coalición occidental, apoyados por la artillería kurda, se incrementaron. Sus objetivos eran claramente civiles (hogares, escuelas) y contra sus infraestructuras (puentes, carreteras, edificios, hospitales, generadores eléctricos) favoreciendo, así, la presencia de ISIS, cortando accesos y rutas que impidieran llegar al Ejército Árabe Sirio y a sus aliados a la ciudad. Cada día, decenas de civiles morían, cada semana se contaban por centenares. La población civil se encontraba, pues, prisionera por la presencia de los yihadistas y por los continuos bombardeos y ataques de los que suponían llegaban en su auxilio. Pero no había llegado lo peor. Los aviones de combate estadounidenses comenzaron a lanzar fósforo blanco (arma química cuyo uso está prohibido y cuyos efectos son profundas, extensas y dolorosas quemaduras que, en ocasiones, llegan hasta el hueso y provocan una muerte cruel) y cohetes MGM-140B, que disparan alrededor de 274 granadas antipersonas, capaces de exterminar a cualquier ser vivo en un radio de 15 metros sobre los barrios residenciales donde se resguardaba la población.
En las imágenes, bomba de fósforo arrojada por la coalición sobre uno de los barrios de Raqqa
Estos ataques sobre la población civil fueron denunciados por activistas en la zona y por la propia agencia de noticias siria SANA. Ante la evidencia, EE.UU. reconoció su uso, pero no por ello dejó de utilizarlo.
A mediados de junio, organismos nada sospechosos de ser pro-sirios, como la ONU, el HRW y el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), comenzaron a alertar del enorme número de víctimas asesinadas a manos de la coalición USA/SDF. En dos meses de ataques, habían muerto más civiles que terroristas del DAESH. Durante estos ataques, francotiradores terroristas y de la coalición occidental, han matado incluso a personas que trataban de huir por el Éufrates. Mientras, portavoces kurdos anunciaban la próxima toma de la ciudad y su intención de convertirla en una zona “autónoma” del legítimo Gobierno sirio y su próxima anexión al Kurdistán (Raqqa jamás ha estado dentro de las fronteras del Estado reclamado por los kurdos), por lo que se comenzó a considerar esta matanza de civiles como una verdadera limpieza étnica sobre los habitantes árabes de la ciudad, cifrados en más de 200.000 antes de los ataques.
Éstos vivían obligados a sobrevivir entre los ataques aéreos de la coalición y las minas instaladas por los terroristas que huían de Raqqa hacia otros lugares para seguir luchando contra el SAA, gracias a la ayuda de los corredores seguros que EE.UU. habían abierto para tal fin. Los pocos afortunados que pudieron huir de este terror denunciaban estos ataques intencionados sobre la población civil, incluso cuando había niños jugando en la calle, pero llama poderosamente la atención que ningún medio occidental se hiciera eco de estos crímenes de guerra cuando, en el caso de Aleppo, nos inundaban de imágenes de los falsos ataques que se atribuían a la coalición siria rodados y difundidos por los Cascos Blancos.
Poco a poco, los terroristas huídos y trasladados iban siendo sustituidos por las milicias kurdas mientras la población civil estaba cada vez más mermada. El 17 de octubre se anunció, por fin, la “liberación” de la ciudad y los medios de todo el mundo se hicieron eco. No hubo imágenes, no podía haberlas, de gente inundando las calles de alegría, recibiendo a sus “libertadores” con agradecimiento. Las cifras más optimistas hablan de 25.000 hombres, mujeres y niños muertos en esta última ofensiva desde junio. Las imágenes que dieron la vuelta al mundo mostraron un desierto de cenizas, una ciudad devastada en la que bajo sus escombros aún permanecen cientos de cadáveres, una ciudad borrada del mapa por la barbarie imperialista. No, Raqqa no ha sido liberada, sólo ha pasado de la mano de un grupo terrorista a otra, hasta que no vuelva a pertenecer al Gobierno legítimo de la República Árabe Siria. En Raqqa no hay nada que celebrar.
Imágenes de la devastación de la ciudad de Raqqa.


Publicado originalmente en: queridxs camaradas

martes, 7 de noviembre de 2017

¿Un final en Siria?



¿Un final en Siria?
En el frente, las victorias más sonadas del Ejército Na-cional y sus aliados incluyen la ocupación de la ciudad de Deir Ezzor. (AFP)

  • Siria: Es un país soberano del Oriente Próximo, en la costa oriental mediterránea. Su superficie es de 185 180 km².Comparte fronteras con Turquía por el norte, Irak por el este, Israel y Jordania al sur, y Líbano por el oeste. Posee una población de 20 millones de habitantes, donde su gran mayoría profesa el islam.
  • Estado Islámico: Surgió en el 2003 como una organización terrorista próxima a Al Qaeda para hacer frente a la invasión de Irak. Es un grupo terrorista insurgente, asentado en un amplio territorio de Irak y Siria. Se organiza como un Estado no reconocido, ya que controla varias ciudades como Mosul, Faluya o Al Raqa, siendo esta última considerada su capital.


Los más optimistas afirman que la derrota del Estado Islámico en Siria está muy cerca..
Hay un elemento que no se puede desdorar ni pasar por alto: si Siria mantiene buena parte de su integridad territorial y ha puesto en jaque la agresión externa personificada en el Estado Islámico, EI, Al Nusra y otros grupos armados al servicio de los intereses imperiales, ha sido por el consecuente y decidido respaldo militar de Rusia, Irán y el Hizbolá Libanés.
Estos tres factores, junto a la firmeza del pueblo y las autoridades legítimas sirias, le están dando un verdadero tiro de gracia  a la concreción del plan hegemonista norteamericano, sionista y árabe-raccionario, de remodelar un Oriente Medio al gusto de sus mezquinos intereses.
En el frente, las victorias más sonadas del Ejército Nacional y sus aliados incluyen la ocupación de la ciudad de Deir Ezzor, otro de los puntales del terrorista EI en suelo sirio, y las exitosas operaciones en Homs, en la región central; Hama, en el centro oeste; y Al-Raqa, en el norte.
Precisamente, noticias recientes daban cuenta de las cuantiosas bajas y daños propinados a los terroristas en las cercanías de Abu Kamal, cerca de la frontera con Iraq, a cuenta de andanadas de misiles cruceros rusos Kalibre disparados desde el submarino Kólpino, ubicado en el mar Mediterráneo, y desde bombarderos estratégicos TU-22 llegados al escenario de combate desde sus bases en Rusia luego de un vuelo de cinco mil kilómetros. Estos aviones fueron apoyados por bombarderos SU-24 y SU-34 con asiento en Siria.
No es de dudar entonces que justo estos importantes avances bélicos motivaron las declaraciones del coronel general Vladimir Shamanov, presidente del Comité de Defensa de la Duma, la Cámara Baja del Parlamento de Rusia, quien vaticinó que para fines de año “las fuerzas gubernamentales deben restablecer el control sobre la frontera oriental de Siria”, con lo cual el grupo terrorista EI ya no existirá como una “estructura militar organizada” en ese país árabe.
En el frente político, mientras tanto, los avances en la más reciente conferencia de Astaná sobre el conflicto sirio, muestran que las victorias militares oficiales han desempeñado un importante peso en la mesa de negociaciones con la oposición, toda vez que grupos armados de esas facciones han entregado sus pertrechos y optado por la vía del diálogo.
 A ello se suma la expresa voluntad de Damasco, a través del propio presidente Bashar el Assad de persistir en el fin del terrorismo, a la vez que poner en marcha un amplio programa de reformas internas que comprende elecciones generales, adopción de una nueva Carta Magna, y el establecimiento de la reconciliación y el diálogo entre todas las capas de la sociedad.
De todas formas, los peligros todavía existen. No puede olvidarse la presencia ilegal de tropas norteamericanas y de su llamada “colación internacional” en territorio sirio, no con el declarado propósito de golpear a los terroristas que ellos mismos entrenaron, armaron, pagaron e infiltraron en el país, sino para establecer una pretendida zona libre o falsa república independiente como cuña permanente contra Damasco y contra la integridad de la nación.
En pocas palabras, un embrión de separatismo que siga operando dentro de la estrategia interventora de controlar un área rica en petróleo y a la vez colindante con Rusia y China.
De todas formas, y es algo que tales proyectos no deberían obviar, ahí están las recientes y oportunas afirmaciones de funcionarios del Kremlin en torno a que, “tras la derrota de los terroristas, a finales de este año, Moscú mantendrá sus fuerzas en territorio sirio a fin de prevenir eventuales conflictos que pueden surgir.”
A buen entendedor…


Publicado originalmente en: Cubaora